Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO



Comentario

CAPITULO VI


Prosíguese las cosas del Reino de México



Los Indios de este reino es gente muy ingeniosa, y ninguna cosa ven que no la imiten, de donde viene que son muy buenos cantores y tañedores de toda suerte de instrumentos, aunque las voces no les ayudan. Son muy aficionados a cosas de ceremonias de la Iglesia y dados al culto divino, y así en ellas exceden mucho a los españoles. En todos los pueblos hay cantores señalados que acuden cada día a la iglesia a decir el oficio de Nuestra Señora y lo hacen con mucho concierto y devoción. En cosa de aderezar y adornar una iglesia y componerla con muchas flores y curiosidades tiene particular ingenio. Pintan razonablemente en algunas partes; hacen imágenes de plumas de unos pajaritos muy pequeños llamados en su lengua zinzones, que no tienen pies ni comen otra cosa que el rocío del cielo, y es cosa muy de ver y que en España suele causar admiración a los pintores muy afamados, y principalmente ver la sutileza con que hacen la pintura y el aplicar los colores de la pluma.

Es gente muy limosnera, particularmente con los eclesiásticos; y a esta causa uno de ellos puede caminar de mar a mar, que son más de 500 leguas, sin gastar un solo real en la comida ni en otra cosa, porque se la dan los naturales con mucha voluntad y afición. Para lo cual en todas las comundades, que es un mesón de los forasteros, tienen hombres diputados para proveer a los tales eclesiásticos que pasan de camino, de lo que han menester, y ni más ni menos a los seculares por sus dineros; y no sólo no reciben pesadumbre con ellos, pero van ellos mesmos a rogarles que vayan a sus pueblos, haciéndoles al entrar en ellos grandes recibimientos, a los cuales salen todos, chicos y grandes, en procesión, y algunas veces más de media legua, precediendo música de trompetas, flautas y chirimías. Los principales salen con ramilletes de flores en las manos, de los cuales hacen presente al religioso a quien reciben, y algunas veces les suelen echar más flores de las que querrían. Reverencian,. en general, a todos los eclesiásticos, y en particular a los de las Religiones que en aquel reino se han ocupado en la conversión de ellos y fueron los que al principio los bautizaron, y es eso en tanta manera, que si el Religioso quiere, por alguna culpa, azotar a alguno de ellos, lo hace con tanta facilidad como un Maestro de España a quien enseña. Esta reverencia y subjeción introdujo entre ellos el valeroso Capitán Hernando Cortés, Marqués del Valle, que fue el que en nombre del Emperador Carlos V, de gloriosa memoria, ganó y conquistó aquel reino: el cual entre otras virtudes que de él se dicen (y duran hasta el día de hoy en la memoria de los naturales de este reino y según yo creo debe de haber dado muchos grados de gloria a su alma), tuvo una por excelencia, que fue grandísima reverencia y respeto a todos los sacerdotes, y en especial a los Religiosos: la cual queriendo que se introdujese entre los Indios, todas las veces que hablaba con algún Religioso era con tanta humildad y respeto, como el que tiene el siervo al señor; y nunca jamás los topó en la calle que, si iba a pie, gran rato antes de llegar a ellos no se destocase y besase en llegando a ellos las manos; y si acaso iba a caballo, tenía la mesma prevención y se apeaba y hacía lo propio. De cuyo ejemplo quedaron los naturales con la mesma costumbre que se guarda hasta el día de hoy en todo el reino, acompañada con tanta devoción que en cualquiera pueblo donde llega un eclesiástico o religioso, el primero que le ve antes de entrar en él, va corriendo a la iglesia y tañe la campana de ella (señal muy conocida por todos los de que viene religioso), al punto salen todas las mujeres a la calle por donde el tal pasa con los niños en los brazos y se los ponen delante para que les eche la bendición (aunque el tal vaya a caballo o pase de camino).



Es toda esta tierra tan abundante de mantenimientos y frutas, que con ser la moneda de poca estima (por haber mucha) y por no valer tanto un real como un cuartillo en España, se halla por doce reales un hermosísimo novillo y cincuenta mil que quieran, al mismo precio; y una ternera por 6 u 8 reales, un carnero entero en cuatro, y dos gallinas de Castilla por un real, y de las de las Indias, que llaman en Castilla pavos, se hallarán cien mil que quieran a real y medio cada una; y a este respecto, todos los demás mantenimientos que quisieran comprar, aunque sean muy regalados: el vino y el aceite vale caro porque se lleva de España, no porque la tierra no lo daría en mucha abundancia, como se ha visto por experiencia, sino que lo dejan de hacer por otros respetos.

Hay en todo el reino muchas yerbas medicinales, y los indios son grandes herbolarios y curan siempre con ellas, de manera que casi no hay enfermedad, para la cual no sepan remedio y le dan: y a esta causa viven muy sanos, y casi por maravilla mueren, sino de flaqueza, o cuando el húmido radical se consume. Usan poco de sangrías y menos de purgas compuestas, por tener entre ellos otras simples con que evacuan los humores, trayéndolas del campo y aplicándolas luego al enfermo. Son para poco trabajo, y pásanse con poca comida, y por maravilla duermen, si no sobre una estera en el suelo y los más al sereno, que, como habemos dicho, jamás hace daño ni a ellos ni a nuestros españoles. Y para decir en pocas palabras lo que requería muchas (y con todas ellas no se explicara bien lo que hay que decir de este gran reino), concluyo con compararlo a cualquiera de los mayores y más ricos de todos los que se saben en el mundo fuera del de la China, de quien en esta historia se han dicho tantas cosas y se dirán cuando lleguemos a tratar de ella, por pasar a tratar del Nuevo México, como lo prometí en el Capítulo V que por ser cosa tan nueva creo que será cosa de mucho gusto.